El fuego evoca la transformación, la renovación y la purificación que por el Espíritu nos llega. El Espíritu incendia y quema todo aquello que es simbolo de la colera y del orgullo pero no destruye (Ex. 3,1-14), acrisola. El Espíritu es como fuego devorador que de nuevo hace brotar la buena semilla.
Dejemos que la Luz del Espíritu Santo nos ilumine hoy y siempre.
A continuación les dejamos los dones del Espíritu Santo
Los Dones del Espíritu Santo
Sabiduría: gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según
la medida de Dios.
Inteligencia (Entendimiento): Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la
Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.
Consejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida
diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo
que conviene más al alma.
Fortaleza: Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de
la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y
sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de
las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la
agresividad.
Piedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo
abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos
del mismo Padre. Clamar ¡Abba, Padre!
Temor de Dios: Espíritu contrito ante Dios, concientes de las
culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina.
Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre
todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar
a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y
de crecer en la caridad (cfr Jn 15, 4-7).
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